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Jesús es judío y no cristiano, pero rompió con el antifeminismo de su tradición religiosa. Considerando su gesta y sus palabras se percibe que se mostraba sensible a todo lo que pertenece a la esfera de lo femenino en contraposición a los valores de lo masculino cultural, centrado en la sumisión de la mujer. En él se encuentran, con frescor originario, sensibilidad, capacidad de amar y perdonar, ternura con los niños, con los pobres y compasión con los sufridores de este mundo, apertura indiscriminada a todos, especialmente a Dios, al que llama Papá (Abba). Vive rodeado de discípulos, hombres y mujeres. Desde que inicia su peregrinación de predicador, ellas lo seguían (Lc 8,1-3; 23,49; 24,6-10; cf. E. Schlüsser-Fiorenza, Discipulado de iguales, 1995).