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Los cristianos celebran en Pascua aquello que ella significa: el paso. En nuestro contexto, es el paso de la decepción a la irrupción de lo inesperado. La decepción aquí es la crucifixión de Jesús de Nazaret y lo inesperado, su resurrección.
Él fue alguien que pasó por el mundo haciendo el bien. Mas que doctrinas introdujo prácticas, ligadas siempre a la vida de los más débiles: curaba ciegos, purificaba leprosos, hacía andar a cojos, devolvía la salud a muchos enfermos, daba de comer a multitudes y llegaba a resucitar muertos. Conocemos su fin trágico: una trama urdida entre religiosos y políticos lo llevó a la muerte en la cruz.