Han tenido que pasar muchos siglos y demasiados años para que desde el Vaticano se pueda oír un mensaje como este: “Evangelii Gaudium”, La Alegría del Evangelio.
Nunca es tarde si la dicha es buena. Con perdón de tantas y tantos que se han ido, los ojos vueltos hacia el Evangelio como Moisés ante la Tierra prometida, sin poder disfrutarlo porque un poder extraño, espada en mano como el ángel guardián del Paraíso, se lo impedía. Sorprendentemente en esta ocasión vamos a poder escuchar la invitación del papa Francisco a recuperar la alegría.
No es este el lugar ni es nuestro propósito hacer aquí un recuento de los múltiples aportes de este importante documento, teológicamente bien armonizado y decididamente orientado hacia la dimensión misionera de la Iglesia en un mundo en crisis, dominado por la economía especulativa y el mercado. No obstante, nos parece justo destacar estas impresiones:
1ª Se trata de una exhortación programática, una hoja de ruta para sacar a la Iglesia del enclaustramiento y ensimismamiento en que ha venido precipitándose en la últimas décadas. Es una apuesta decidida por una “casa abierta”, acogedora de quienes buscan calor humano y diálogo franco con las culturas, las ciencias, las artes, las religiones y el mundo de la increencia. Sin complejos. Consciente de no poseer “el monopolio de la verdad”, pero sin miedo a la equivocación que paraliza (“mejor accidentada que enferma por temor a equivocarse”). Se apuesta por una descentralización que va desde Roma hasta la más pequeña de las iglesias particulares, dando relevancia a su experiencia más original, la comunidad. Es una gozada encontrar citadas, por primera vez en un documento oficial, las Comunidades Cristianas Populares, siempre injustamente silenciadas a pesar del inmenso bien que han hecho en el mundo.
2ª Entre los neologismos propios del “terruño argentino” y el lenguaje llano, expresión clara de su cercanía al pueblo, hay dos palabras que como dos focos de luz iluminan y vertebran esta ruta de renovación. Se trata de la alegría y la misericordia, brotando ambas del rescoldo, siempre vivo, del amor. No se necesitan muchas más verdades, ni son todas de la misma importancia para anunciar el Evangelio en el mundo. Pocas y bien articuladas son suficientes para romper el aislamiento e ir creando la necesaria “revolución de la ternura”.
3ª Arremete duramente la Exhortación contra el mercado neoliberal, la economía de exclusión, la cultura del “descarte”, la globalización de la indiferencia. “No compartir con los pobres los propios bienes es robarles lo suyo y quitarles la vida”, dice. Denuncia también la burocracia en la Iglesia que la lleva a la “mundaneidad espiritual”. El modelo o paradigma que quiere el papa Francisco para una Iglesia renovada es el de la “persona-cántaro”, que va vertiendo generosamente la abundancia de su agua fresca.
Con esta Exhortación Apostólica del papa Francisco Redes Cristianas se empieza a sentir un poco menos incómoda en una Iglesia que parece decidida a transitar desde el lefevrismo, el wojtylismo, el ratzingerismo y el rouquismo, es decir, desde el frío y ortodoxo legalismo hacia una forma más cálida, jesuana y evangélica. Más católica, por ser más humana y universal.